Siestas


 Y .. Cuando visito aquella casa familiar en Madrid y después de comer me echo la siesta tan plácidamente inevitablemente me acuerdo de aquellas otras siestas de años atrás, aquellas siestas sobre todo en verano en cualquier lugar de España o del sur de Francia, que distintas son, en aquellas siestas me acompañaba la preocupación, la responsabilidad, el nerviosismo y el miedo. Costaba trabajo conciliar el sueño, a veces porque oías en la calle a la gente hablar, otras a las charangas y peñas de mozos tocar el tambor y sus trompetas acompañadas de sus canciones favoritas o de moda, eso ocurría sobre todo en pequeñas provincias y pueblos. 

Cuando toreaba descansaba inquieto la noche de antes, también la noche del día que había toreado, la noche antes por la incertidumbre de todo y la noche después porque cuando has estado sometido a tanta presión y piensas en como se desarrolló todo cuesta trabajo también conciliar el sueño.( Al menos a mí si me pasaba).

Recuerdo que la mayoría de las veces apenas podía dormir la siesta antes de vestirme de torero, mi mente y mis pensamientos estaban puestos en como sería el comportamiento de los animales que nos habían tocado en el sorteo y en como saldría todo.

Cuando llegaba la hora de vestirse de luces siempre tocaba la puerta el ayuda de mozo de espadas para decir "señores ya es la hora", ¿Les subo un café o una infusión?.

Personalmente casi nunca tomaba nada, a veces al principio de mi carrera me pedía un vaso de leche fría con azúcar.

Llegada la hora de vestirte de torero cada uno había vivido la siesta como podía, he visto compañeros dormir e incluso alguno roncar, a mí, mi miedo apenas me dejó dormir aquellas siestas y ahora que duermo la siesta sin tener la preocupación de horas después tener que jugarme la vida, se me vienen muchas veces al echarme a la cama recuerdos de aquellos días de toros, los ruidos de la pata de hierro de los picadores camino de la plaza, compañeros que al acabar de vestirse de torero corren por los pasillos para calentar, caladas profundas a cigarros para atemperar nervios y miedos, rostros serios y de preocupación, de todo eso me acuerdo algunas veces ahora antes de dormir estas placenteras siestas.

Aquellas siestas apenas las echo de menos, lo pasaba mal, pero recuerdo que aquello fue bonito a la vez que agridulce cuando lo viví.

Aquellas siestas tenían de testigos presenciales y a la vez silenciosos vestidos de torear que colgaban en perchas de armarios o en sillas arropadas por capotes de paseo, sabanas de camas que a veces acaban empapadas de sudor,(mezcla de calor de verano y miedos).

Capillas de Santos que velan por todo aquel humano creyente que en las horas posteriores van camino a un destino incierto.

Si hablarán esas siestas y esas habitaciones de las horas previas a enfundarse el vestido de torear posiblemente se entendería mejor lo que es la soledad de un Torero en la habitación.

Cuántas siestas sin poder dormir acostado encima de un capote en cualquier casa consistorial de un pueblo, imágenes del encierro matinal se nos vienen a la memoria pensando en que por la tarde nos tenemos que poner delante del toro que por la mañana hirió al mozo del pueblo, pensar en esas siestas me traen tantos recuerdos que hoy acabaron por despertar mis nervios en el estómago.

Hoy la siesta será tranquila, ya no hay que torear.

Querido amigo y lector se avecina en los próximos meses un libro con relatos como este y otros muchos mejor que espero que leas y te gusten cuando estén en la calle.



Julián Maestro 


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